domingo, 31 de julio de 2011

Cultura cerrada

Las administraciones públicas mantienen una cultura cerrada en cuanto a los programas informáticos, aplicaciones, plataformas y lo que es peor, los datos.

En el caso de los programas y aplicaciones es muy perjudicial por los costes que ello conlleva y la falta de eficiencia. Igualmente, en las adjudicaciones que se hacen, que de nuevo, viniendo de la administración pública, deberían ser por concurso, en convocatoria pública y abierta. Pero el caso más sangrante es el de los datos.

Es impensable que los datos de las administraciones públicas no sean públicos, o los programas informáticos. Es impensable desde la lógica, desde la realidad lo vemos a diario. Además los datos que se liberan siempre son muy limitados y de forma críptica, sólo vemos gráficos claros (y probablemente sesgados) en las campañas electorales, con suerte.

Hoy precisamente buscaba los datos de la movilización de tropas españolas en los últimos años, clasificadas por misión, evidentemente no lo he encontrado. No es la primera vez ni la última que algo así me pasa.

Para que los políticos puedan ser evaluados, para que los ciudadanos puedan saber lo que ocurre en su país, con los impuestos que pagan, con lo que es suyo puesto que es de todos, la transparencia es una condición sine qua non. No sólo toda esta información tiene que estar disponible, ciertamente ya hay mucha información disponible, sino que tiene que ser usable y accesible, tiene que haber formas de consulta de esta información que permitan una consulta sencilla para poder acceder a esta información.

Paradójicamente, estas formas de consulta no vienen de la misma administración pública, que debería suministrarlas, sino de otras herramientas, escribiendo esta entrada se me ha ocurrido hacer la siguiente prueba en wolframalpha. El problema en este caso es que la información de la que dispone es muy limitada, incomparable a la administración pública, y no es posible acceder de esta forma más que a una porción ínfima de la misma.

En la administración pública lo que vemos, en cambio, es lo contrario, no la publicación de los datos, sino la deliberada destrucción y ocultación de los mismos.[1][2][3][4] por poner algunos ejemplos.

Algo así, ocultación de información, una doble contabilidad, sería mala en una empresa privada. Pero cuando estamos hablando de una administración pública es indignante, inadmisible, inaceptable que las cuentas junto con el resto de los datos no se publiquen desde un primer momento y sean de esta forma públicas y transparentes.
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El principio de Colaboración en el Gobierno Abierto: El efecto Gollum

Los gobiernos, y las altas estructuras de la administración pública en nuestro país, son el mejor ejemplo de ese “efecto gollum”, hijo bastardo de la ya famosa frase que decía que “la información es poder”.
Se ha fomentado durante muchos años una cultura de trinchera y autarquía en la que, a pesar de tener misiones similares y problemas parecidos, y a pesar de los beneficios que podía acarrear la simple aplicación de economías de escala,
Gobiernos adanistas que otorgaban – y otorgan- más valor a poseer en exclusiva de una plataforma que a ponerla a disposición de la comunidad con su código fuente abierto para que otros la utilicen, la mejoren y puedan adaptarla a sus realidades concretas y todo ello en a pesar de los principios enunciados por de el artículo 3 de la Ley 30/92 de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y procedimiento Administrativo común , que dice taxativamente que “la Administración sirve con objetividad a los principios de eficacia, jerarquía, desconcentración, coordinación, sometimiento pleno a la CE, ley y derecho, el deber y respeto en su actuación a los principios de buena fe y confianza legitima”.
“En relación con otras admón. se rige por el principio de cooperación, colaboración, actuar con criterios de eficiencia, y servicio al ciudadano. En relación con los ciudadanos actúa con criterio de principio de transparencia y participación”
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domingo, 17 de julio de 2011

Publish (weekly)

    • Basura legislativa
    • Pero hay, al menos, otro conjunto de normas que, de un modo poco científico, podemos llamar “políticas”. Y que son leyes (u otro tipo de normas) que se crean con algún objetivo político determinado.
    • El problema que me planteo es el siguiente: la posibilidad, más que probable, de que las normas de carácter político, las que se plantean ese conjunto de objetivos definibles, fracasen en sus objetivos o tengan consecuencias sociales no previstas y muy perjudiciales.
    • Pero si se planteaban unos objetivos definidos, debería poder estudiarse 1) Si se han cumplido esos objetivos, 2) si además se han producido otros efectos indeseables y 3) si existe una alternativa mejor.
    • El objetivo sería identificar y eliminar toda la basura legislativa que se acumula, que ni se revisa ni, sobre todo, se elimina. Decía Calvil Coolidge que “es más importante matar las malas leyes que aprobar las buenas”
    • Cuando se proponen nuevas leyes, se revisten de fabulosas predicciones sobre todos los parabienes que van a traer
    • Un cambio de este estilo haría algo más racional el debate político y la aprobación de nuevas leyes y, sobre todo, expulsaría del ordenamiento jurídico normas que hacen más mal que bien
    • Los recursos son escasos
    • ¿Qué significa que un bien sea escaso? Que no podemos disponer de una cantidad ilimitada de aquello que consideramos útil.
    • Toda acción humana presupone la escasez
    • Sin embargo, los medios son, por definición, insuficientes para la satisfacción de todas nuestras necesidades
    • verdad que los niveles de metales son una preocupación constante de las autoridades, pero e
    • “Es verdad que los niveles de metales son una preocupación constante de las autoridades, pero el pescado azul es tremendamente saludable.” -Leire Pajín, ministra de Sanidad
    • nos hemos convencido de que, en mayor o menor medida, todo lo que comemos es dudoso, pero lo asumimos como un precio por vivir en una sociedad avanzada
    • todo lo que comemos es dudoso, pocos productos de la industria alimentaria resisten hoy un examen a fondo
    • Pero la segunda parte del razonamiento fatalista no tiene por qué ser cierta: no podemos aceptar que la contaminación alimentaria es inevitable. Al contrario, hay que denunciarla y exigir otras formas de producción

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